Nicasio Luna (crónica de una tocata)

Noche del 11 de julio de 2012. Nicasio Luna va por segunda vez al Café Brazil. Se le nota cansado, o más bien distraído, más allá de la estampa tímida y avergonzada que siempre parece proyectar. Luego iría contando que está en plenos exámenes, que se ha levantado temprano, que… en el escenario, pareciera que en cualquier momento perderá la continuidad de los versos. Pero no. Sigue adelante, con el cansancio y con la sorpresa.

Siente que esta era su primera presentación «de él solito», en la que él convocaba la gente. Y el Café Brazil está repleto. De muchos patagones que ya lo conocen, también de un puñado de fans que se está armando y que empezamos a seguirlo en sus íntimos conciertos. Está sorprendido, entonces, de ver a tantos ahí, escuchándolo y pidiéndole sus hits.

Le piden también chamamés para bailar. Nicasio Luna manifiesta siempre humor y picardía y exige que parejas salgan a bailar para él cantar chamamés que hacen suspirar de nostalgia a más de alguno. La primera vez, una pareja se anima. La segunda, dos. El espacio es reducido para moverse. Extrañan el fogón. ¿Cómo será un fogón? me pregunto y veo que ese tiene que ser uno de los puntos en que Nicasio Luna me ayude a comprender sobre la música patagónica. Todo parece ocurrir en torno al fogón, así que ese es el corazón físico de esas artes.

El público chilla y aplaude enfervorizado con las estrofas de las canciones políticas de Nicasio Luna. Presenta un tema inédito, sin nombre aún aparentemente, con dos estrofas potentes sobre la renacionalización de los recursos naturales. La del agua es prioridad, versea. El público aplaude a rabiar. Hágalo más largo el tema, le gritan cuando este acaba. Nicasio sonríe.

Pero Nicasio improvisa un arte completo y nos lleva constantemente a momentos de profunda y simple emoción. De esa emoción sobria, humilde y transparente. Dos canciones, sobre todo, generan un ambiente de silencio y recogimiento: unas décimas de desamor y su tema «Mami, para ti», cantado con sus ojos con lágrimas y con la garganta apretada. Un momento mágico de ternura potente que retrata a la perfección la candidez esencial de este pequeño gran cantor patagón.

Cuando ya el cansancio lo vence pone fin a su presentación. Todo el mundo se le acerca a felicitarlo y a poner sobre sus hombros la responsabilidad de instalar la música austral en las esquizoides calles santiaguinas. Tú eres la voz, tú representas a tu tierra, tú, tú, tú… te tratan como un embajador, le digo más tarde. Se le ve apesadumbrado. Su personalidad cándida no se halla tomando ese rol de líder. Pero su instinto aguerrido le hace iluminar el tema por otro lado. El día que traiga al Tropero Vallejos, a Jorge Contreras, ahí sí me sentiré embajador de algo, me responde con algo que mezcla decisión y desazón. Se le ve alegre, pero algo confundido y sobre todo cansado. Muy cansado.

Muchos quieren una foto. Carmen Gloria lo acompaña como una madre autodesignada y lo aconseja a no cambiar, a ser siempre igual de cándido y de niño. Lo quiere siempre niño. Nicasio sonríe. Quizás qué pasa por su cabeza: estar en esta ciudad ancha y ajena, con gente que lo saluda, con una mujer que intenta guiarle la vida, detenérsela, salvarlo en una burbuja. Y nosotros, que queremos saludarlo, conocerlo, darle las gracias por su arte. Le invitan vino, lo rechaza. Carmen Gloria asiente con orgullo y le vuelve a decir que no cambie como es. Vaya conflicto ese. Ser niño para siempre para ser amado como ese niño que ni el cuerpo ni la vida permite seguir siendo.

Nicasio sabe que está aprendiendo de la vida, de la música y de los versos. ¿Es Santiago el lugar idóneo para todo aquello? Su amistad con personas de la calidad de Cecilia Astorga haría decir que sí. Estudiar en una U (Arcis)… ¿será necesario? Extrañar a sangre y llanto el pueblo querido… ¿cuánto se tensará la cuerda?

Es difícil el momento de Nicasio Luna, sin dudas. Huelo, no sé por qué, que no lo veremos por mucho tiempo más en estas calles santiaguinas. Es solo presentimiento, pero algo de todo esto no lo hace sentirse libre. Quizás cumpla su propia profecía y vuelva como los teros a su tierra. En agosto.  Sin regreso.