Décimas en cumbias chilenas

Durante los últimos años, algunas propuestas de cumbia en Chile han buscado una ampliación estilística, performántica y de contenido, en relación a propuestas anteriores. Estas búsquedas han explorado en diálogos rítmicos, instrumentales y letrísticos que, entre otras cosas, les hen permitido abordar nuevas temáticas con recursos que hasta hace quince años no tenían cabida en el mundo cumbiero.

Uno de esos recursos es la inclusión de décimas en composiciones cumbieras. Hay dos ejemplos en que la exploración se ha hecho en base a décimas compuestas por dos íconos de la poesía popular: Roberto y Violeta Parra. No sorprende que se tomen versos de ellxs, dado el absoluto prestigio y reconocimiento con que ambos artistas cuentan entre la actual generación. Lo entusiasmante es el resultado musical que de eso surge, quizás porque instala en la memoria de la cumbia chilena una matriz poética que, hasta donde entiendo, en Chile jamás se había utilizado.

“Cumbia revolución”

La Jalisco Zapata, fue una muy interesante agrupación santiaguina que destiló calidad durante toda la primera mitad de la década del 2010. Entre una de sus canciones más llamativa estaba “Cumbia revolución”, que abordaba el tema del golpe de Estado del 73 a través de una selección de versos de Roberto Parra contenidos en El Golpe, manuscritos que mantiene la Biblioteca Nacional y que LOM publicó en su colección Libros del Ciudadano hace ya algunos años. Francisco Cazajus seleccionó estrofas que le resultaron significativas y las puso en cumbia. Es una perfecta cumbia que, con una melodía netamente cumbiera, integra a la perfección la estructura de la décima.

No quiero contar señores
lo que fue en el pasado
sin muertos, sin degollados,
la vida era más tranquila.
Los soldados en su fila
para defender la patria
ahora ellos son los que matan
con rencor y alevosía.
Con miseria y falsía
a sus palomas maltratan.

A las diez de la mañana
arde por las cuatro puntas.
Ardió Troya con la Junta
al repique de campana
Esa maldita mañana
La tenemos muy presente
Llegan a picar los dientes,
los pelos están como serpa.
Chile ya se fue a la mierda,
se lo llevó la corriente.

Permiso pa noche buena,
permiso pa los casorios,
permiso pa los velorios,
¡es pa morirse de pena!
Hay que romper las cadenas
y quebrar la coyuntura,
a quemar esta basura
que nos maldice de frente.
Morirán los insolentes,
al fango las criaturas.

La tercera estrofa es, desde mi perspectiva, en la que de mejor manera calza letra y melodía. La estructura en eco de los tres primeros versos genera una sensación de reiteración y de hastío que muy bien desemboca en la frase ascendente y rabiosa “¡es pa morirse de pena!”. Esta estrofa es, también entonces, el corazón ideológico del asunto, y la que da cohesión a la relación entre estrofa y estribillo, es decir, al diálogo entre Roberto Parra y la Jalisco. Queda así, si se quiere, una cumbia argumentada, cuya conclusión evidente de toda la rabia y la visión profética de los últimos versos resulta ser la parte coreada de la canción: la “revolución”.

“Más van pasando los años”

En una entrevista que Sergio Cancino realiza a Evelyn Cornejo y al trombonista Andrés Pérez en difunta Radio Uno, el periodista llama la atención en que nunca hasta este 2013 se hubiesen musicalizado las famosas décimas de Violeta Parra que comienzan con el verso “Mas van pasando los años”. Más sorprende, entonces, que esa primera vez se haya concretado en clave de cumbia. Evelyn Cornejo sitúa, consecuentemente, su musicalización (y su obra en general) en el plano del mestizaje, del encuentro de estilos y tradiciones. Nada raro ni incoherente, si se piensa en la misma Violeta Parra, que metódicamente fue ampliando el abanico geográfico de ritmos en los que fue plasmando sus tremendas letras.

Que fuera en clave de cumbia, y de cumbia colombiana más en la línea de las tamboras y el canto en rueda, puede resultar extraño como sonoridad, pero no en intención. El cultivo de ese estilo de cumbia en la escena actual santiaguina puede asociarse a la búsqueda de una suerte de raíz, quizás de purismo, que plantea sus propias contradicciones y encrucijadas a la práctica de la cumbia.

Mas van pasando los años,
las cosas son muy distintas:
lo que fue vino, hoy es tinta,
lo que fue piel, hoy es paño,
lo que fue cierto, hoy engaño.
Todo es penuria y quebranto,
de las leyes de hoy me espanto,
lo paso muy confundida,
y es grande torpeza mia
buscar alivio en mi canto.

Han visto la mantequilla,
dicen de que’s vegetal,
y que de leche animal
fabrican la mostacilla.
Las líneas de las chiquillas,
desmáyese el más sereno,
que lo que miran por seno
no es nada más que nylón.
Pregunto con emoción:
¿quién trajo tanto veneno?

En este mundo moderno,
no sabe el pobre de queso,
caldo de papa sin hueso,
menos sabe lo que es terno;
por casa, callampa, infierno
de lata y ladrillos viejos.
¿Cómo le aguanta el pellejo?,
eso sí que no lo sé,
pero bien sé que el burgués
se pit’ al pobre verdejo.

Yo no protesto por migo
porque soy muy poca cosa;
reclamo porque a la fosa
van las penas del mendigo.
A Dios pongo por testigo,
que no me deje mentir:
no me hace falta salir
un metro fuera ’e la casa
pa’ ver lo que aquí nos pasa
y el dolor que es el vivir.

Dispénsenme las chiquillas
si m’hei salido del tema,
es qu’esta verdad me quema
el alma y la pajarilla.
Quemá’ está la sopaipilla,
pa’l pobre ya no hay razones;
hay costra en los corazones
y horchata en las venas ricas.
Y claro, esto a mí me pica
igual que los sabañones.

La selección de estos versos bien puede deberse a su profunda y triste vigencia. Casi sesenta años después de su creación, aún hablan de un Chile que existe con igual crudeza al de entonces. Pero, al igual que en el caso de la Jalisco Zapata, la búsqueda en el pasado de versos que dialoguen con el Chile de hoy puede entenderse también como una dificultad para hablar hoy, en clave de cumbia, de una visión crítica y social de nuestra historia y nuestro presente. ¿Por qué decidieron hablar de estos temas justamente en ritmo de cumbia? Habría que darle otra vuelta a ese tema. Ahora bien, las dos perspectivas, la de la vigencia del mensaje y la de la imposibilidad de decir, seguramente se complementan y generan estas dos canciones hermanadas. Dan cuenta, además, de nuevos caminos que cierta cumbia intentó crear y explorar, desde los bordes, tanto en lírica como en puesta en escena, y con un diálogo conflictuado, por lo mismo, con la difusión y masificación a la que quizás aspiran.

«Brindemos por la cumbia»

Alejados, en este caso, de la necesidad política que llevó tanto a la Jalisco como a Evelyn Cornejo a explorar el encuentro entre décima y cumbia, Santaferia también puso en su estilo una décima de tomo y lomo: «Brindemos por la cumbia», a partir de una dedicatoria a la banda de Guillermo «Bigote» Villalobos. Acá, el tono es bien distinto al de los casos anteriores, pues el tono festivo remite a otros ámbitos estilísticos, en el tono festivo, a la vez despreocupado y comprometido, tan característico del mundo sonoro que han creado esta banda.

Quien baila cumbia no peca
Aunque nuble la razón
Para entender su pasión
No hay libros ni bibliotecas
El corazón se hipoteca
Apenas se oyen sus sones
La guitarra y acordeones
Me hacen perder la calma
Que viva la cumbia mi alma
Que alegra los corazones.